LO QUE PASA AFUERA, PASA ADENTRO -- LO QUE PASA ADENTRO, PASA AFUERA

01.02.25 | Por Andrea Fajardo


Este año he sentido con más intensidad el caos y la tensión en las polaridades, en diferentes contextos personales y mundiales. La desesperanza, la rabia, el miedo, la impotencia y el dolor han sido parte de las emociones que han tocado mi orilla y esto me ha movido a hacer contacto con partes de mí que aún no conocía.  Mi intención no es enunciar una visión política o nombrar lo que es correcto o incorrecto, quiero traer curiosidad a de qué manera los eventos externos nos impactan y qué estamos eligiendo hacer con ese impacto, abrir la puerta a observar el tejido que se crea entre las realidades internas y externas.

No sé si esto te resuena, pero cuando veo noticias en donde se exponen imágenes de guerra, tiendo a sentirme abrumada y a veces no siento nada. Cuando veo personas que están en lugares de poder, ejercerlo desde el desbalance, la opresión, la marginalización y el miedo, siento ira, dolor y desesperanza. Y cuando soy testigo de cómo la naturaleza busca con fuerza enviarnos mensajes potentes, siento angustia, vergüenza y pena. Estas son experiencias que me atrevo a decir, nos atraviesan a todes, de una u otra manera. Lo que me he dado cuenta tanto en mi trabajo con mis clientes como en mis contextos sociales, es que de manera recurrente me encuentro con una tendencia a conectar con una de estas dos posturas (cabe aclarar que no son las únicas, con el fin de mantener el mensaje conciso, he elegido las que desde mi orilla más prevalecen): la insensibilidad (no siento nada, esto no es conmigo, los conflictos o desastres naturales están pasando en otro país, esto no me toca) o la impotencia y la desesperanza (esto es más grande que yo, no hay nada que individualmente pueda hacer para cambiar esto). 

Si te identificas con la insensibilidad, te veo. No sentir es una de las estrategias más potentes para protegernos de aquello que se puede percibir como insostenible para nuestro cuerpo y nuestro corazón. Nacer y crecer en un país en donde el conflicto armado, la violencia cotidiana en las calles y en muchos de los hogares son parte de las noticias diarias, por mucho tiempo me resultó muy abrumador y agotador. Me sentía distante a esa realidad y como un pequeño porcentaje de personas en mi país de origen, mi lugar de privilegio me dio la opción de mirar el caos desde arriba, para no dejarme tocar. “Esto no es conmigo, yo vivo en la ciudad, esto no me pasa a mí, les pasa a otros…” Hasta que me fui de Colombia y la distancia me dio la posibilidad de darme cuenta de que la postura que tanto yo como muchos otros habíamos elegido era desensibilizarnos ante el terror y el profundo dolor que trae vivir en un territorio que ha estado en conflicto por siglos.  Desensibilizarse es una estrategia individual y colectiva.

Si te identificas con la impotencia y la desesperanza, también te veo. Ver a personas liderando desde el miedo y cuyas políticas favorecen la separación y el odio (“esto es aceptable, esto no, tú eres aceptable, tu no”) me remueve tanto, que me he sentido pequeña, aislada, con rabia y sin recursos. ¿Qué puedo hacer ante una potencia mundial, o un grupo de personas que tienen millones de millones de dinero en su cuenta? Ante estas preguntas en muchas ocasiones he elegido no hacer nada, incluyendo evitar sentir las emociones que aparecen en mí cuando hago contacto con estos acontecimientos. 

Ahora bien, hace poco quise traer esto a supervisión, para encontrar recursos y una mirada más amplia para acompañar. Mi supervisor me hizo unas preguntas que se quedaron conmigo y te las quiero compartir: ¿qué evocan en ti estos líderes?, ¿cuál es tu impulso?, ¿tienes alguna protesta o te sientes paralizad@?, ¿cuáles son las imágenes que tienes del poder? Empecé a darle espacio a esas preguntas, que no sólo me conectaron con cómo he solido conectarme con las figuras de autoridad en mi vida, sino de qué manera estoy conectando con mi propio poder creativo y qué está en el medio para hacer contacto con este, con mis propios recursos.

Esto es profundo, complejo y tiene más capas de las que puedo nombrar ahora. Cuando nos acercamos a lo que pasa en el colectivo desde nuestra individualidad, puede ser profundamente abrumador, no somos el colectivo, pero sí formamos parte de él. Nacemos conectados a alguien y esto para mí es sin lugar a duda la metáfora más explícita y hermosa de cómo estamos conectados el uno con el otro. 

Por ahora, me gustaría invitarte a reflexionar a través de estas preguntas: Si eres de los que no sienten nada o tienes la firme creencia que el caos del mundo no tiene que ver contigo, ¿qué crees que pasaría si te atrevieras a dejarte tocar? Si en cambio, te sientes paralizad@, impotente y/o desesperanzado, ¿qué imaginas harías si pudieras conectar con tus dones y tu poder? Por último, ¿qué tan dispuestos estamos a dejar a un lado los juicios y observar en nosotros las sombras u oscuridad que vemos afuera? Te imaginas si las personas alrededor tuyo empezaran a reflexionar en torno a estas preguntas y las compartieran con las personas que conocen, ¿cuál sería el efecto?

No tengo todas las respuestas ni toda la verdad, en lo que sí creo con firmeza es que cada uno de nosotr@s co-crea la realidad que vivimos afuera y ésta está intrínsecamente relacionada con nuestra realidad interior. ¿De qué manera estás/estamos contribuyendo a la realidad externa que nos acompaña?

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