DARLE ESPACIO AL CUERPO

03.03.24 | Por Andrea Fajardo

Bienvenid@. Si estás empezando a leer esto, mi primera invitación es a permitir que la curiosidad sea tu guía, mi intención no es llenar tu cabeza de más información, sino abrir una puerta para comenzar a explorar qué hace tan relevante el fijarse en el cuerpo y sus mensajes. ¿Recuerdas algún evento que hayas experimentado sin tu cuerpo? 

Quiero empezar por reconocer que la cultura Occidental, en la cual he crecido y de la cual hago parte, así como la mayoría de las personas que conozco, ha priorizado la racionalidad sobre todas las cosas. “Pienso, luego existo”, esta famosa frase de Descartes que puso como reina a nuestra cabeza para crear un mundo basado casi que únicamente en ella, ofreciendo una noción estática y reducida de nuestro ser: somos seres pensantes, que bien podríamos ser cabezas andantes y podríamos vivir sin problema.  

Tal vez sea muy común para ti, lector (lo ha sido para mí por más de la mitad de mi vida) pasar mucho tiempo en el mundo de las ideas: lo que piensas acerca de ti, de los otros, de lo que está bien y lo que está mal, de lo que debemos hacer para alcanzar nuestros sueños, de los planes de la próxima semana y los de los próximos años, de lo que hubiese pasado si, de si es lógico sentirse de cierta manera, de nuestros miedos “irracionales”…

Mientras escribo esto siento mi cabeza pesada… ¡Cuánta energía ponemos en nuestra cabeza! Y en esta separación con el resto del cuerpo, te has preguntado ¿para qué tenemos cuerpo? Tal vez seas de las personas que concibe al cuerpo como un elemento tangible que nos da forma, podemos usarlo para ejercitarlo y así sentir los beneficios de las endorfinas que se generan al moverlo; y no menos importante, nos mantiene vivos. ¿Pero es el cuerpo sólo eso? ¿Un caparazón que nos contiene, preserva nuestros signos vitales, nos permite movernos y sostiene nuestra cabeza?

Toma una pausa, observa si estás respirando. Te invito a tomar una respiración consciente desde donde estés. Mira si puedes sentir tu frente, tu cabeza y tu cuello. Revisa si estás apretando la mandíbula o no, respira una vez más. Mira si puedes mover tus hombros para delante y para atrás, tal vez sientas el impulso de mover tu cabeza y cuello para un lado y para el otro, ¿puedes dejarte llevar por el impulso de tu cuerpo? Toma una respiración. Lleva la curiosidad a tus pies, ¿los notas? ¿cuál es su temperatura?, y si los mueves poco a poco ¿es placentera o displacentera la sensación? Una respiración más. Si exhalas por la boca, ¿escuchas tu exhalación? Y si tu exhalación pudiese expresar algo de ti en este preciso instante, ¿qué diría?

Este ejercicio de toma de contacto con el cuerpo puede ser fácil o no. Tal vez lo hayas hecho, lento o muy rápido. De pronto te fuiste directo a la cabeza a cuestionar ¿para qué hacer todo esto? Hacer contacto con el cuerpo puede ser retador y hay una variedad de razones que pueden explicar qué puede hacerlo difícil, pero no me centraré en ello ahora. Lo que me interesa compartirte es la noción de que la experiencia de la vida sucede en el cuerpo: tocamos, olemos, vemos, oímos, sentimos en el cuerpo. La experiencia es un fenómeno corporal, es decir que sólo se vive lo que tiene lugar en el organismo: cuando ocurre algo en el mundo exterior que afecta a un individuo, éste vive esa afectación a través del efecto que tiene en su cuerpo.

Es paradójico que nos eduquen para pensar: aprender conceptos matemáticos, de química o de idiomas, que nos enseñen lo que está bien y lo que está mal a los ojos de la sociedad en la que nacemos, pero se dé muy poco valor y espacio a aprender a escuchar las señales de nuestro cuerpo. Si nuestro cuerpo nos contiene, quiere decir que no sólo contiene información de lo que hemos aprendido del mundo, sino también cómo hemos aprendido a relacionarnos con él, lo que se ha  sentido agradable y desagradable, nuestro “sí” y nuestro “no”.  Somos seres pensantes y también somos seres sintientes: somos seres emocionales y las emociones se sienten en el cuerpo.

Si te detienes un momento, podrías recordar una situación pasada o presente en donde, aunque intentaras racionalmente cambiar tus pensamientos para hacerlos más positivos, cambiar de perspectiva frente a una situación o persona…sigues reaccionando de la misma manera, tal vez una que no se siente satisfactoria o que te trae más problemas, pero que está grabada en ti como un movimiento automático, por más que lo intentes, manipular tus pensamientos no se siente suficiente para transformar la experiencia que estás viviendo y sintiendo. ¿Qué pasaría si detrás de los impulsos “incontrolables” por tu mente, éstos tuviesen un sentido y un mensaje?

Anodea Judith dice que el cuerpo tiene una inteligencia cuyos misterios la mente aún no ha desentrañado y yo estoy completamente de acuerdo. Los procesos de psicoterapia basada únicamente en el habla en su gran mayoría suelen ayudarnos a entender desde la razón, pero usualmente en estos procesos el cuerpo está quieto. No es lo mismo hablar del cuerpo que ser cuerpo: acudir a los recursos que tenemos en el cuerpo para navegar la vida. La vida es movimiento, a veces nos acaricia, nos mece suavemente, a veces nos jala, nos estruja o nos expande. Aprender a navegarla desde nuestro cuerpo, desde nuestra nave, es elegir estar presentes con lo que estamos viviendo, dejándonos guiar por nuestra propia brújula con confianza para acceder a lo que necesitamos.

Siento el impulso de invitarte a permitirte notar cómo esto que acabas de leer te impacta en el cuerpo. ¿Notas alguna sensación particular?, ¿es agradable o desagradable?. Yo respiro y noto como mi pecho se expande y pequeños choques de energía se mueven a través de mis manos, mis brazos y mis pies mientras termino de escribir este párrafo. Quiero invitarte a percibirte y sentirte como una unidad: eres cuerpo, somos nuestro cuerpo.

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GIVING SPACE TO YOUR BODY